Descripción
Editorial 18 – En tiempo de crisis
Parece ser que la palabra crisis es el vocablo de moda en los tiempos que vivimos. Los responsables políticos, aquellos que nos desgobiernan, se ven obligados a tomar medidas y entre estas están a nivel de la medicina, las restricciones.
Restricción es para ellos eliminar, quitar, no conceder, sin importar mucho las posibles consecuencias que estas medidas entrañan. Sus aparatos administrativos soportados por un verdadero ejército de asesores (amigos, correligionarios políticos, familiares, parejas sentimentales o tontos útiles, suelen formar este colectivo), aquellos que nombraron sin ninguna necesidad en base nunca se supo a qué criterio, pero sí con un claro perfil de incompetencia profesional y clientelismo a los que los nombraron, desarrollan medidas ineficaces que están demostrando poner en peligro, logros conseguidos durante décadas.
Criterios razonables de reducir el gasto, es decir en prescindir de lo innecesario, entre los que se encontrarían estos asesores, no son considerados. Los criterios deberían de cimentarse, como hemos venido proponiendo desde hace tiempo, no en el ahorro, si no en evitar el despilfarro.
En utilizar los recursos de una forma eficaz y eficiente. Esto se consigue en consolidar la formación de los que utilizan los dispositivos para lograr que su uso sea el correcto, adecuándolo certeramente a la patología a tratar, en evitar costos innecesarios por los incrementos de los mismos por el pago en las demoras, en negociar adecuadamente los precios y lograr acuerdos comerciales.
Sin embargo, se toman las decisiones soportadas en opiniones de personas que por lo menos ni conocen los procedimientos, ni el material, ni las indicaciones, ni los requerimientos. Sus informes están fundamentados generalmente en otros previos, en muchas ocasiones erróneos, derivados de otras patologías aunque aparentemente similares pero técnicamente diferentes y el resultado la inadecuación de lo seleccionado, que posteriormente requieren rectificaciones y ajustes con los consiguientes trastornos en la gestión.
Al final todos salimos perjudicados, en primer lugar los pacientes, al no ser tratados adecuadamente, en según lugar los facultativos al no poder utilizar el material idóneo y realizar una mala praxis médica provocada por los gestores, en tercer lugar las empresas suministradoras de material, inmersas en un desconcierto comercial, y en último lugar la propia administración, inoperante e ineficaz en su gestión. Se necesita sentido común, soportado en la competencia, en base a criterios elaborados por verdaderos expertos.
Prof. Carlos Vaquero Puerta – Director de «Noticias Endovasculares»
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